3 mar 2017

Amapolas


El borrón del espejo se ha vuelto claro tras limpiar el vaho cientos de veces y pringarlo con las amapolas. Han surgido en mis brazos, raíces y tallos rojos bajo la dermis.

Me descubro llena de rocas afiladas, el mar chocando contra mis huesos desde antes de nacer, mi pecho apenas un esternón marcado y unas pocas costillas que intentan abrazarme.

Las constelaciones y nebulosas de mis muslos se aferran al músculo para que la negrura a mi espalda no se las lleve.

Lo arrastra todo, todo. Un mundo deformado por esa gravedad que tienta como un macho cabrío entre dunas.

Hundo los dedos en los pétalos muertos de mis amapolas y acepto la mugre de los pies también en mis rodillas.

Al cerrar los puños mi esqueleto crece y resquebraja la piel, miles de estrías que retuercen los labios en una mueca. Tengo rotos los colmillos.


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